Equipo CkuriPor: Patricio Vega Contreras
Fotografía: Archivo de la Compañía Absurda Consecuencia
Un viaje a San Pedro de Atacama tuvo una insospechada consecuencia en la vida de Rodrigo Núñez Aldanes, un inquieto periodista y gestor cultural. En esa ocasión (1997), estaba en un camping y cuando salió de su carpa, vio a un amigo y a la polola de este último que hacían malabarismo. Él y otros turistas que permanecían en el lugar, quedaron sorprendidos con la destreza de la pareja al dominar los llamados “juguetes”.
Desde ese momento, y movido por la curiosidad, este chuquicamatino comenzó a practicar este arte que ya es parte de su ADN. De ahí, muchos ensayos, la compra de implementos y las reuniones con otros exponentes en el Parque Croacia. Todo ello derivó más tarde en un pequeño movimiento, sumado a que el arte circense fue “prendiendo” en Antofagasta.
Ya son varios años ligados a este entretenido mundo, donde el colorido, horas de entrenamiento, equilibrio y acrobacias son parte de su currículum. Es más, su compañía “Absurda Consecuencia” cumple dos décadas, en un momento de plena consolidación y con nuevos proyectos, desde eventos a empresas hasta presentaciones en público.
Ahora, con una serie de desafíos bajo el brazo, este artista (49 años, casado, un hijo) tiene mucho que contar.
¿Y por qué el nombre de “Absurda Consecuencia” para una compañía de arte circense?
Junto a unos amigos estábamos leyendo una revista de circo argentina que nos llegaba y había un reportaje a unos comediantes ingleses de los años 60 o 70 y salió una frase como “consecuencias absurdas”. Y con mis amigos empezamos a tirar ideas y fluyeron muchas palabras hasta llegar a “Absurda Consecuencia”. Soy el único integrante original que queda, ya que los “ex” trabajan a tiempo completo en sus profesiones. En estos momentos, la compañía está integrada por nueve personas.
TEMAS
¿Cuáles son las principales temáticas que abordan?
Nos gusta contar historias y que éstas dejen algún mensaje, que no sean cosas banales. El último trabajo que hicimos hablamos sobre la tolerancia, el respeto, la diversidad, todo ello desde la perspectiva del circo. En el tema de las marionetas, nos gusta hablar de las salitreras, del patrimonio, de contar ese recuerdo a la gente.
¿Consideras que el arte circense es mirado de reojo o en forma despectiva desde el ámbito cultural?
Ha habido una pequeña formación de audiencia, pero falta mucho y eso es culpa de nosotros como artistas circenses. Me acuerdo que cuando empecé, lo primero que me decían era en qué semáforo estaba haciendo malabarismo, en un claro prejuicio. Ahora ha cambiado algo, no mucho, pero algo. Eso sí, hay que reconocer que hay poca gestión en circo y eso me da lata, quizás porque este arte tiene un dejo medio anarquista.
¿El arte circense queda muy limitado a los proyectos concursables?
A algunos les molesta, pero nosotros somos activos participantes de fondos concursables del Estado y cosas por el estilo. Levantar estas iniciativas nos ha permitido llegar a sectores que generalmente no tienen acceso a actividades artísticas culturales, como juntas de vecinos, cárceles, instituciones sociales. Nosotros vamos para allá para trabajar con ellos, porque nos gusta lo social.
Entre el periodismo, la familia y la compañía, ¿cómo distribuyes tu tiempo?
(Ríe) La verdad es que ni yo sé cómo lo hago. Está el trabajo, después practicar, estar con la familia y crear proyectos, por lo que no me sobra el tiempo. Mi señora muchas veces se enoja y me dice que estoy pensando en el circo en mis ratos libres. Obviamente, también hay un tema que la familia te aguante esta dinámica.
¿Cuáles son tus sueños como artista ligado al circo y, por ende, al malabarismo?
Me gustaría brindar un espacio de enseñanza, me refiero a abrir nuevos espacios y generar pequeñas audiencias que sean en forma permanente, para así enseñar y estar en permanente evolución de lo que hacemos. Ahora soy el que dirige y estoy en otra posición, los años también van pasando para todos y uno va teniendo diferentes roles.
