Por: Iris González Gamboa
Fotografías: Jean Roblero Briceño

Era una niña cuando hizo del actuar lo suyo. Memorizar las escenas de las telenovelas que veía, para luego “recrearlas” con su sello, fue parte de su día a día mientras cursaba la enseñanza básica.

Hoy es madre, periodista, directora, dramaturga …y actriz. Una destacada actriz. Cuando Pamela Meneses Meneses responde en qué momento decidió que el teatro sería su vida, no duda en viajar a su niñez. “Jugaba como a las novelas todos los días y me quedaba después de clases jugando a hacer la escena de las novelas. Comenzó ahí el gusto de hacer, de crear y después tuve la suerte de ver una obra infantil y me enamoré del teatro. Se me abrió un mundo y eso me hizo click; fue como un esto quiero hacer en la vida”.

Corría 1996 cuando entró casualmente a la Compañía de Teatro Pedro de la Barra. Quería pertenecer a un taller universitario y justo andaban buscando actrices para ‘La Reina Isabel Cantaba Rancheras’. Yo estaba sentada atrás y me dicen ¿quieres venir a leer mañana? y yo dije ’ya’. Fui al día siguiente y ahí quedé…me quedé”, recuerda.

¿Qué significa para ti el norte y ser mujer, en el arte que desarrollas?

Yo creo que a veces los actores antofagastinos o del norte, tienen algo bien particular al momento de hacer arte, porque no sé si es necesidad, pero sí está como intrínseco el querer mostrar siempre algo que nos identifica; ya sea desde el territorio, desde la quietud.. hay harto de esfuerzo en el norte igual. Entonces es bien particular la mirada que tiene un nortino a la hora de hacer teatro o arte. Y también ser mujer, porque yo vengo de un matriarcado, tengo de referente mi bisabuela, tatarabuela, que se criaron en las oficinas, mi abuela y mi mamá…hemos sido siempre bien luchadoras, trabajadoras y avanzando siempre, a pesar de todo.

Y eso se expresa de una u otra forma en las tablas…

Sí. Más que femineidad, tiene que ver con la sensibilidad que tiene una mujer que es bien particular y también con la garra que sí o sí va cuando uno hace teatro, cuando uno lo demuestra en la actuación, la dirección o la dramaturgia. La mirada es distinta, aun cuando se hable de algo que es muy fuerte siempre hay algo sensible, que es la mirada particular que tiene mujer.

¿Cómo se dio el hecho que inspiraste “La Contadora de Películas”?

Hernán Rivera fue quien me consiguió la beca para estudiar teatro. Lo conocí con La Reina Isabel en 1996 y era muy cercano a Gustavo Meza, porque ellos también hicieron La Reina Isabel. Fui a hacer el examen y quedé. Pasaron los años y un día Hernán me dijo que quería escribir un monólogo para mí y que yo lo hiciera en teatro. Empezamos a conversar y él tenía esta idea, la anécdota de esta niña y él pensaba que era para mí, que yo tenía que hacerlo. Empezó a escribir este monólogo y al final se le fue y se le transformó en novela… y en película y en todo. Como que se le fue en “collera” desde el punto de vista del teatro y al final lo hizo libro y nunca lo tomamos.

Fuiste como el motor, pero nunca se concretó…

Claro, pero me da mucho orgullo, porque siempre que va a algún lugar donde está La Contadora, él dice que yo soy la contadora de películas. Por eso también siento que le debo hacerla alguna vez. Ya se ha hecho en varias versiones, pero yo le decía y él opina lo mismo, que todas las que hay nunca van a tener lo que tiene la de acá, porque es del norte, que uno conoce mejor que nadie, que tiene otra mirada.

Lo último de la artista es “Almagesto, la luz de las estrellas”, un montaje que escribió, dirige y en la que también actúa. La obra nació el 2020, en plena pandemia, como parte de Territorios Creativos del Festival Santiago a Mil. “La tomé pensando en la migración, en territorio desde el altiplano, las salitreras, campamentos y mujeres”, afirma.

La pieza estuvo en Antof a Mil y ya suma temporadas en el Centro Cultural Estación, el Liceo Experimental Artístico (LEA) y Zicosur. Y se sigue moviendo.

¿A qué otros escenarios o zonas te gustaría llevarla?

Un sueño es poder llevarla a los pueblos del interior, porque una vez yo fui, 15 años atrás, y siempre he pensado que uno tiene que ir, volver a esos lugares, porque es difícil que esa gente pueda acceder efectivamente al teatro. Es un desafío para mí y poder llevarla a otros festivales también, porque es una obra totalmente nortina; está como todo reunido: el territorio, nuestro fenómeno de migración que es de antaño, de siempre, las mujeres, el amor, la esperanza , el dolor, una anécdota de las estrellas; cómo las estrellas también te iluminan pese al dolor…tiene distintos símbolos que hablan de lo que somos nosotros.

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