Por: Edgardo Solís Núñez
Fotografía: Edgardo Solís Núñez

Noemi Karamanos Vidal es una joven arquitecta antofagastina que ha desarrollado su espíritu creativo a través de la pintura, espacio que le permite combinar el arte, el diseño y la ingeniería, siempre inspirada en su memoria emotiva y en la necesidad de comunicar los mágicos secretos que custodian las piedras del desierto.

¿Cómo nace tu vínculo con las artes?

El arte siempre ha estado presente en mi vida. Comencé a pintar desde los 17 años como algo íntimo, muy personal, que se acercaba más a un hobby, por lo que no me atrevía a mostrarlo en público. Pero fueron los días de encierro derivados de la pandemia, los que favorecieron las condiciones para vincularme con otros artistas y gestores, quienes me motivaron a exponer y a exhibir mis obras, cuyo hilo conductor está asociado con la memoria emotiva que vincula mi infancia con la ciudad de Tocopilla, cuyos cerros, rocas y mar han inspirado las temáticas de mis pinturas. Por otra parte, retomé la pintura estando embarazada y fue la maternidad la que me entregó seguridad para exponer mi trabajo, de compartirlo y demostrar que mis intereses pueden ir más allá de lo profesional.

¿Dónde encuentras la inspiración para tus obras?

Está inspirado en la geografía regional y, particularmente, en el uso de la piedra, elemento con el cual he estado vinculada toda mi vida. Desde mi infancia en Tocopilla, como estudiante de Arquitectura y por mi actual ejercicio profesional, el que me ha permitido materializar distintas investigaciones, principalmente en la zona de Peine y Socaire, comunidades cuya arquitectura encierran valores patrimoniales, sociales y ancestrales que han definido mi inspiración como artista y me vinculan con el desierto.

¿Cómo definirías tu gestión artística y profesional en el área de la arquitectura?

Soy bastante exigente con mi trabajo. Me atrae la posibilidad de alcanzar las diversas perspectivas que pueden resultar de la observación colectiva de un objeto. Es por ello que me apasiona la mediación cultural, la cual considero una valiosa herramienta para transmitir mensajes, educar y acercar al público a las artes; de invitarlo a vivir una experiencia sensorial. Es así como he sentido la necesidad de acercar mi trabajo a los niños y a todas las personas que no han vivido la experiencia de habitar el desierto.
Durante la presentación de las obras que conforman la exposición Diversidades Compartidas – parte de la itinerancia regional de CHILARte, Feria de Arte – viviste la experiencia de la mediación con niñas y niños.

¿Cómo definirías dicha experiencia?

Fue una experiencia muy enriquecedora, ya que pude expresarles a los niños que la pintura es una forma de expresar y comunicar nuestros sentimientos. En tal sentido, acercar las artes a la infancia y posicionar la educación artística dentro del currículo regular, nos permitirá expandir las fronteras de nuestros niños, mostrándoles nuevos caminos para su desarrollo y crecimiento. El arte fomenta la creatividad y permite liberarnos de nuestros miedos. Si nos equivocamos, no importa; no existen respuestas correctas o incorrectas en el arte, sólo una experiencia maravillosa de crear nuevos mundos.

Cómo arquitecta y artista, ¿cuáles son tus desafíos?

Junto con profundizar el ámbito social de mi vocación, me quiero centrar en la búsqueda de crear temáticas con un sentido local, rescatando parte de los materiales con los que contamos, potenciar el uso de la piedra, y asumir el liderazgo de proyectos a pequeña escala que las personas puedan percibir como propios y que los puedan disfrutar desde una escala humana.

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