Gabriela Reyes Matamoros Con Taltal siempre en el corazón

Periodista titulada de la Universidad Católica del Norte, partió en 2001 a Barcelona para embarcarse en un máster de Comunicación y Educación. Tras terminar sus estudios, el destino la trajo a Santiago y luego estuvo tres años viviendo en Londres. Regresó en 2017 a tierras catalanas y ahora es la encargada de Comunicación de Barcelona Bridal Fashion Week.

Cada uno añora distinto. Y en cada época de la vida se añora diferente. Eso lo he comprobado porque llevo 20 años lejos de Taltal, regresando de vez en cuando para sobrevivir a la necesidad de norte.


Al principio, el recuerdo era de noches juveniles, de risas y playa, de un amor que quedó en el camino. Siendo sincera, el extrañar no se me hacía recurrente, no echaba de menos lo suficiente como para percatarme de lo que había tenido. Quizá a los veintipocos no es mucho lo que se ha vivido y por tanto, no hay recuerdo perenne. En ese entonces estaba deslumbrada por Barcelona, enamorada de ella. Me había robado el corazón.

Al pasar el tiempo, la saudade fue aumentando. En mis treinta y tantos los recuerdos paseaban por los colores del desierto, por esos cerros rosados y lilas que contrastan perfectamente con el azul degradé del cielo impoluto. Creo que nunca en la vida había disfrutado tanto de las tres horas de viaje en auto desde Antofagasta a Taltal. La Ruta 5 norte me parecía un espectáculo sin igual.

Hoy, después de 19 años y una pandemia, y de haber tenido la suerte de vivir el pasado verano en un oasis, mi recuerdo de Taltal revive con las comidas y sus olores.

Los olores evocan amores: amor al congrio frito de cada viernes, amor al olor a carbón y asado con los amigos ya cuarentones, amor al yodo que emana del piure con cebolla y limón, a la empanada de marisco recién frita en la caleta Cifuncho.

Pero por sobre todo, amor al olor de la casa de mis padres, al abrazo de mi madre y de mi padre. Y con eso me quedo, y sobrevivo, en la convulsa y cosmopolita Barcelona, que me regala otros olores y fulgores, y que ha acogido a esta huérfana de desierto, de mar y de cerros multicolores.

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