Conversamos con Patricio Espejo Leupin, geólogo antofagastino apasionado por la historia y el patrimonio, quien ya cuenta con varios artículos y cinco libros a su haber. El más reciente: “María Elena. De Nueva York a la pampa salitrera” (Pampa Negra Ediciones) nos narra la vida de Marie Ellen Condon (1877-1927), cuyo nombre quedó estampado para siempre en la historia de la última oficina salitrera del mundo.
¿Cuál es tu motivación para investigar la historia del desierto y sus habitantes?
Desde pequeño experimenté un llamado a conocer lo que ha sido la ocupación del desierto, en especial su relación con la actividad minera, con fuertes lazos familiares con ese mundo. Tendemos a normalizar nuestra presencia en este territorio, pero no es una exageración el decir que ha sido una gran aventura, y algo épico, el que el ser humano haya transformado desde hace miles de años el desierto de Atacama en su hogar.
A propósito de tu último libro: ¿Quién fue Marie Ellen Condon y cuál es su vínculo con la pampa salitrera?
Ella figura en nuestra historia por haber sido la esposa de Elías Cappelen Smith, personaje destacado en la minería del cobre y el salitre. Pero descubrimos que tuvo una vida propia muy interesante, similar a la de los propios pampinos, y que en su mayoría era desconocida. Al morir, como homenaje a ella y su esposo, los hermanos Guggenheim bautizaron su gran salitrera “Coya Norte” como “María Elena”, marcando una identidad que se mantiene hasta hoy. Ése es uno de los episodios que relatamos con mucho detalle en el libro, junto a otras sorpresas.
Has publicado sobre distintos personajes que influyeron en nuestro territorio: el Barón de la Rivière, Isaac Arce, Stanley Freed, Hjalmar Skougor y ahora Marie Ellen Condon, ¿por qué las biografías para estudiar la historia?
Solemos ver muchos estudios de historia económica, social o tecnológica, pero detrás de todos estos procesos hay personas de carne y hueso. Creo que relatar la vida y la motivación de quienes han moldeado lo que hoy somos no es sólo complementario, sino fundamental. No es raro encontrar ejemplos de cómo la labor de una persona ha hecho la diferencia, influyendo en el modo de vida y la cultura de miles. Así ha pasado con la historia de Antofagasta, y con todo el mundo creado en torno al cobre, la plata o el salitre.
En el ámbito de las diversas iniciativas de protección patrimonial, ¿cuál es a tu parecer el camino a seguir para asegurar su cuidado?
Creo que la protección de nuestros patrimonios y el conflicto con otras actividades no pasa -como muchos desean o han propuesto- por bajar los estándares, sino que en modernizar y fortalecer la institucionalidad, tanto en las herramientas legales como en equipos humanos. Por otro lado, es necesario que esa institucionalidad sea proactiva y no reactiva. Diagnósticos y catastros hay de sobra. Es urgente salir a buscar los bienes culturales en peligro, en especial cuando pasan desapercibidos para la comunidad.