El periodista Andre Malebrán Tapia tiene 36 años, se tituló en la Universidad Católica del Norte y luego desarrolló su carrera profesional ligado al diario La Estrella de Antofagasta. Actualmente estudia en Canadá en un management de medios que se llama Interactive Media Management, en Centennial College.

Ahora no es la Universidad Católica del Norte (UCN), sino un college canadiense donde estudio sentado a dos metros de distancia de mis compañeros. La templada y fiestera Antofagasta fue mi antecesora a esta casi siempre fría y multicultural Toronto, la gigantesca metrópolis canadiense donde vivo la pandemia.

En mi era de estudiante covid, no existen las bromas que llovían en las clases de Chile. El inglés hace que cada chiste tarde medio segundo más y la comunicación no verbal se reduce a miradas. Las máscaras esconden bostezos por lo que algún “profe” de la Norte hubiese reclamado.

Allá, en Chile, la mayoría de mis compañeros eran de Antofagasta, Calama, Iquique y pocos del resto del país. Hoy, son de Francia, India, Japón, Jamaica y muchos otros países. Canadienses pocos, como siempre acá. En la calle, en comercios y servicios encontrar canadienses es raro, como las lluvias en la Perla del Norte.

AMIGOS

Entre mis compañeros no podían faltar colombianos. También, en el primer lugar que arrendé con mi pareja, compartíamos el departamento con dos colombianas que nos presentaron a más coterráneos. En mi trabajo las diferentes nacionalidades son algo común, pero el “leseo” era con un amigo bogotano que venía “patiperreando” desde Nueva York. A todos les comentaba: “con ustedes siento que estoy en Antofagasta”.

Cuando me relatan cómo estaba el paisaje por allá, medio deprimente y sin vida por los recientes toques de queda políticos y sanitarios, me es difícil visualizarlo, especialmente cuando lo contrasto con mis recuerdos. Cuando en mi mente viajo, imagino que el clima está rico y aunque sea medianoche es temprano para salir. Vamos a hacer la previa en el Parque Croacia o alguna playa. No sabemos qué vendrá después, pero el after será en un “depa” y si todo anda bien, matamos la jornada en la tradicional caleta.

Abro los ojos y sigo en Toronto. Afuera está nevado y una gringuita que veo a diario, una guagüita (Lía) de un año y medio que me llama papá, da sus primeros pasos sin saber que conocerá otra Perla, una que en realidad yo ya tampoco conozco.

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