Por: Jimena Silva Segovia
Fotografías: Juan Pablo Loo Olivares

En el marco de la ceremonia de lanzamiento del fotolibro “CKURI: Santuarios de Altura de Alto El Loa”, la Doctora en Antropología y Magíster en Estudios de Género, Jimena Luz Silva Segovia, presentó la ponencia “Padres, madres, abuelos. La fuerza de las montañas”.

A casi cinco años de nuestra primera publicación, reproducimos íntegramente su texto, cuya esencia, alma y espíritu reflejan cómo el arte puede vincular exitosamente la puesta en valor de nuestro patrimonio, la investigación académica y la práctica del montañismo.

Dra. Jimena Luz Silva Segovia

Imágenes y relatos invitan en este libro a repensar la Tierra y sus magníficos elementos y la diversa perfección de sus formas. Esto nos motiva a reflexionar sobre nuestro paso por sus territorios desde el pasado hasta el presente. La Tierra en todas sus expresiones y dimensiones, con sus montañas y profundidades ha sido en el pasado reverenciada y en el presente es devastada por hombres y mujeres que vivimos en sus territorios.

En el plano de la adoración, en distintos sitios arqueológicos se han descubierto e interpretado representaciones anteriores al imperio Inca, que nos informan de la necesidad del ser humano por ritualizar su vínculo con el entorno. Se conoce por los descubrimientos arqueológicos, que en todas las culturas antiguas se le otorgó un valor importantísimo al ritual de demarcar un lugar, a ciertas grutas o recodos de los ríos, definidos para separar los espacios entre lo sagrado y lo profano.

En la interpretación de geoglifos encontrados en la cuenca del río Nazca, se representa que sus aguas y las montañas adyacentes constituyeron parte fundamental de la ritualidad. Así, cerros, concavidades, montañas y múltiples elementos topográficos van adquiriendo un alto valor simbólico vinculando el paisaje con la experiencia emocional de quienes lo habitan.

De esta manera, se expandieron desde la antigüedad hasta la actualidad, series complejas de prácticas en las que se reconoce en la montaña al gran padre/abuelo Achachis/Achachilas, que se levantan majestuosos sobre la superficie de la madre tierra Pacha/Pachamama. Simbólicamente en algunas regiones se consideró que en el íntimo abrazo entre las montañas y la pacha se fecundaba la vida, alimentada por las aguas de lluvia que convertidas en ríos y nutridas por Inti el dios sol, fertilizaban los campos para alimentar a sus habitantes, considerados un componente más de los elementos vivos de la superficie de la Tierra.



RITUALES

De este modo, los principales rituales que se conservan hasta la actualidad están vinculados a este proceso, en un homenaje a la vida y la nutrición en un diálogo entre los animales, los humanos y los elementos del paisaje. En estas regiones, aunque se ha simbolizado a Pachamama como la madre de las montañas y de todo lo vivo sobre la tierra, por el orden andino de estas cosas sagradas. Desde una perspectiva de jerarquías ancestrales, la montaña suele emerger simbólicamente como similar o superior a Pachamama.

Esta visión transformada por las culturas se conserva con matices, aunque existen desacuerdos teóricos sobre si entre los Incas el culto a las deidades de las montañas fuera central, su veneración sigue siendo de gran importancia, en cualquier ritual actual, se busca otorgar homenajes para dar cuenta del respeto a los padres/abuelos representados por las montañas. Existen referencias que indican que una de las deidades más adoradas fue el dios del tiempo, debido a su control sobre todos los fenómenos meteorológicos de la Tierra y, por tanto, del que dependía la vida y la muerte de todo lo existente en su superficie. A menudo fue reconocida como Illapa/o Tunupa (clima) en su expresión de trueno o relámpago. En esta práctica de homenajes a Illapa, para atraer la lluvia se identifica nuevamente la importancia de las montañas, pues en tiempos de sequía las ofrendas debían ser realizadas desde las cumbres más altas.

VENERACIÓN

Todas las ceremonias sagradas desde los inicios de la grupalidad, tienen un rol fundamental para la integración social a nivel comunitario y supracomunitario. Aunque existan distintas interpretaciones que sitúe a las montañas como deidades de mayor o menor importancia, lo que es significativo es que las ceremonias relacionadas con su veneración, han sido en el pasado y en el presente consideradas eventos públicos de gran importancia social y cultural para las comunidades, principalmente en una era de devastación de la Tierra.

Si con la belleza que nos muestra este libro, logramos reconocer el valor de nuestros Padres/ abuelos Achachilas y Madres/ Pacha, recuperando conciencia de la urgencia de su cuidado y a su vez admiración por su majestuosidad, podremos situarnos desde una de la perspectiva ecocéntrica, y abandonar así la posición egocéntrica que nos ha llevado a destruir los ecosistemas. Los humanos somos uno más de los elementos del paisaje que pertenecen a la Tierra.

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