Por: Patricio Vega Contreras
Fotografías: Claudia Zazzali C. / Edgardo Solís Nuñez

2008, Casa Gibbs, Antofagasta: una polvorienta y olvidada muralla golpeada por el sol nortino, después de seis meses se transformó en un imponente hito turístico al aire libre. Esta metamorfosis de colores, formas e historias salitreras es una marca registrada en los murales del artista plástico Luis Núñez San Martín, quien siempre tiene algo que decir desde el ámbito patrimonial.

Este chuquicamatino de 54 años lleva el arte en su ADN, pues desde niño siempre estuvo presente la pintura en su casa, en gran medida gracias a su tía. Nada es al azar y él lo sabe, ya que no sólo basta con el talento, sino también la disciplina: se levanta a las 5.30 o 6 horas para pintar un cuadro, el que puede demorar un mes. “Cada cuadro necesita su tiempo”, dice con convicción.

Como artista, transita sin ningún problema entre el óleo de sus cuadros y los murales, estos últimos le permitieron dar vida al del Barrio Lastarria en Santiago, el que estuvo en el centro de la polémica tras ser borrado a los seis meses. Esta pasión de “pintar en grande” la comparte con su equipo de trabajo, que lo acompaña en todas sus aventuras.

Antes de ser reconocido a nivel regional y en el país, y en una historia alejada del mundo de los pinceles, tuvo un breve “coqueteo con la fama” como el doble del cantante Luis Miguel, empujado por el ímpetu de una polola de ese entonces. Todo ello en su época de estudiante en el Liceo Comercial que recuerda con una gran carcajada.

Sin embargo, la vida de este artista no ha sido fácil. Los cinco años que vivió en un hogar de menores en Antofagasta junto a sus hermanos, dejaron una cicatriz profunda en sus recuerdos, aunque también un potente ejemplo de superación personal.

BARCOS DE NIÑO

¿Cómo nació esta pasión por la pintura y cuáles fueron tus primeros dibujos?

-Cuando estaba en el hogar de menores, tomé un cuaderno y me puse a dibujar… Me ponía en un lugar súper estratégico y con una gran vista al puerto, que ahora está todo tapado por los edificios. En las mañanas, dibujaba todas las faenas de atraque, por lo tanto mi cuaderno estaba lleno de barcos. Esa fue una herramienta de evasión por lo que mis hermanos y yo vivimos en el hogar de menores.

¿Y cuántos de tus hermanos estaban ahí?
-Estábamos todos, los siete hermanos. Para mí, fue una vía de escape y creo que desde ahí nace el cariño por el dibujo y después por la pintura. Estando ahí, a los 11 años, gané un concurso de pintura infantil a nivel nacional.

¿Por qué llegaron a vivir al hogar de menores? ¿Cuál fue el motivo?
-Es una historia larga… Básicamente, por un recurso de protección hacia nosotros, porque mi papá estaba enfermo y mi mamá tenía que salir a trabajar. Nosotros estábamos en Chuqui y todos éramos chicos, entonces el Tribunal de Menores decidió internarnos a todos porque no podíamos quedarnos solos mientras mi mamá estaba en el trabajo.

¿Cómo afrontaste tú y tus hermanos esto tan difícil?
-Me pongo en el contexto que nuestra vida en Chuqui era muy linda y con un pasar económico muy bueno, en una familia bien constituida. Esto fue después del Golpe Militar y es ahí donde mi papá se enferma, por lo que después llegamos a un internado, con niños que tenían otro tipo de problemas más conductuales. Fue algo muy difícil, más aún cuando se supone que algunas personas encargadas de protegerte, eran tus peores enemigos.

AUTODIDACTA
En el plano artístico, tuviste una rápida irrupción y tu nombre se hizo conocido. ¿Te dolieron las críticas de tus colegas por no tener estudios formales de arte?
-Cuando decidí dedicarme a la pintura por completo (alrededor de los 20 años), me di cuenta que efectivamente me faltaba la otra parte, es decir, el estudio, la academia. Por la misma situación que vivimos con mis hermanos, no tuvimos la oportunidad de ir a la universidad y cuando me empecé a dedicar a la pintura, tenía claro que debía suplir esa parte. Hasta hoy me discriminan por no tener estudios formales, sin embargo, he estudiado con grandes maestros, quizás los mejores del país, en diversos talleres.

Tus temáticas casi siempre están relacionadas con el patrimonio…
-Siempre he estado mirando al área patrimonial, por lo demás a mí me gusta mucho la historia. Una vez una niñita me preguntó si acaso las personas antiguas veían sólo en blanco y negro, y fue algo que me dejó pensando. Ahí recurrí a la fotografía y comprendí que podía darles color a las imágenes del salitre y de la Antofagasta del pasado. Ahí me fui dando cuenta que había muchos temas que no tenían imágenes y era una buena oportunidad de traerlos al presente.

¿Cómo fue el cambio del cuadro a los murales gigantes?
-El óleo es mi fuerte, siempre. El paso a los murales ocurrió en 2008, fueron unos 10 años pegándome cabezazos. Hasta que decidí irme a Santiago a realizar unos talleres, algo que me estaba saliendo difícil. Al poco tiempo, me llamó Carlos Tarragó para conversar y justo coincidió que venía a ver a mi hija. Ahí nos juntamos y me planteó el desafío de hacer esta obra. Nunca había hecho nada parecido, y como a mí me gustan los desafíos y soy porfiado, dije que sí.

CASA GIBBS


¿Qué significa el mural de la Casa Gibbs en tu carrera?

-Significa un antes y después. Un día pasé por la Casa Gibbs y había un jardín infantil con tres o cuatro cursos, donde las tías estaban explicando la historia de lo que representaba el mural y sus imágenes. Cuando escuché eso, me di por pagado y mi orgullo quedó sellado. Entré así en la historia y en la cultura de los niños, eso es algo impagable.

¿Cuáles son tus próximos desafíos como artista?
Lo primero, vamos a tratar de terminar un proyecto que está casi listo, y del cual no puedo decir el nombre. Es algo que viene bien fuerte con siete u ocho murales, desde Aysén hasta Santiago, ya tenemos listo el de Lota. Todo ello al alero de la fundación Procultura, que se dedica a todo el tema patrimonial y artístico. Lo único que les puedo decir es que vienen muchas cosas interesantes desde una vereda patrimonial e histórica.

Así, entre cuadros y murales, Luis Núñez sigue pintando su vida (y la de los demás) de colores, siempre con la intención de crear algo nuevo y dejar una huella para que otros conozcan el pasado a través de la pintura.

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