Becky Baldomino es una Surgical Medical Assistant (asistente de cirugía medica) de una de las clínicas más prestigiosas de Orlando “Central Florida Vein and Vascular”. Paralelo a ello, dedica parte de su tiempo a trabajar como cosmetóloga para una reconocida marca.

A pesar de que soy nacida en Miami Beach (EE.UU.), mis padres son chilenos: mi mamá nació en Calama, pero fue criada en Antofagasta, y mi papá es antofagastino, aunque se cree más gringo que yo, debido a que él ha vivido muchos años en este país. Soy antofagastina de corazón y siempre llevo a “Antofa” en mi alma. Tengo lindos recuerdos de ese cálido norte y sus playas.

Mi infancia corriendo por los cerros y calles de la Coviefi marcaron mi vida, para qué decir mis días en el LEA, cuyas grandes amistades que hice ahí aún perduran en el tiempo. Luego de unos años, nos mudamos al centro de la ciudad, a una casa más grande en calle Uribe.

Mi vida fue un ir y venir de Antofagasta a Miami. Mis padres se divorciaron cuando era muy pequeña y tuve que vivir esta vida de “yo-yo” entre un país y el otro para poder pasar tiempo con los dos; no les voy a mentir que fue divertido poder viajar desde niña en avión a cargo de las azafatas y desembarcar junto con los pilotos, conocer las cabinas y, una que otra vez, me pasaron a primera clase, qué maravilla, ¿no?

Además, Antofagasta fue también el lugar donde siendo bastante joven, contraje matrimonio y en donde recibí a mis dos hijos mayores Amaia y André, quienes junto a mi más pequeñita son mi razón de vivir.

Quién me iba a decir que a unos años de nacer mis hijos, iba a tener la oportunidad de traerlos legalmente a este país, ya que soy ciudadana americana, por lo tanto mis hijos obtuvieron automáticamente la ciudadanía, pero siempre con un corazón antofagastino, sabiendo que es el lugar donde nacieron y el cual esperan visitar algún día.

A pesar que estoy en el país que tal vez a muchos les gustaría estar, hay días que echo de menos mi tierra, mis amigas, incluso el poder ir caminando al centro y la facilidad de moverme por la ciudad en una micro.

Lo mejor de vivir fuera de Chile es que se abren tus horizontes, conoces gente de todas partes del mundo y eso te ofrece un abanico de posibilidades, ya que puedes aprender diferentes costumbres, comidas, lenguajes, expresiones y mucho más.

Puedo decir que cuando llegué aquí, hace casi diez años, estaba muerta de miedo, porque esta vez no venía a vivir con papá, venía junto a mi mamá y con dos hijos a comenzar una nueva vida. Ahora miro atrás y me doy cuenta todo lo que cambié y cómo he crecido. Gané confianza en mí misma y me di cuenta que tenía más fuerza de la que imaginaba. Ha sido la mejor decisión que he tomado.

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