Por: Osvaldo Urrutia Madariaga
Fotografía: Chepo Animaciones
Sofía Quirós y Daniel Canto son los coordinadores generales de “Chepo Animación”, que si bien se define como un proyecto cultural y educativo enfocado en la creación de cortos animados en stop motion y la realización de talleres con la comunidad cortometrajes a partir de historias, en realidad son verdaderos soñadores que rescatan la historia de los pueblos y que llevan la riqueza de hacer cine en aquellos lugares donde la pobreza o el esfuerzo son factores del día a día.
“Chepo Animación surge como un proyecto de autogestión, relacionado con experiencias de cine comunitario y luego estudio de animación. Es decir, creamos contenidos animados y experiencias de cine en territorios”, explican.
¿Cómo ha sido este camino para Chepo Animación?
Nosotros empezamos a trabajar en 2017. Nuestro primer taller fue en el Museo Violeta Parra en Santiago, de ahí trabajamos en la Feria del Libro de Ovalle. Desde entonces, hemos visitado cerca de 90 localidades haciendo talleres y cortos relacionados a la realidad local de estos lugares, tanto en Chile como en Argentina.
¿Cómo definen este cine comunitario? ¿Qué buscan a través de éste?
En nuestro hacer fuimos descubriendo el valor de la experiencia relacionada al cine comunitario. De hecho, nos integramos a la red argentina de cine comunitario, junto con el objetivo de vincularse y crear una red en Chile.
Nos dimos cuenta que no hay una definición única de cine comunitario, y desde nuestra perspectiva encontramos que hay componentes de realizar cine desde los territorios con historias que tienen que ver con la realidad de sus comunidades, donde las personas no sólo asumen roles protagónicos, sino que son parte de la organización de la obra audiovisual. Además que permite visualizar y darle voz a personajes e historias que en otro tipo de cine son vistos.
El año pasado hicimos nuestro debut con una obra “T´ipak kuna kullakitas”, mezcla de quechua con aymara, es decir, “Hermanitas tejedoras”, en una villa en Bajo Flores de Buenos Aires. Estuvimos cuatro meses trabajando en un comedor popular liderado por mujeres. Ellas crearon los personajes, sus vestuarios, la escenografía, en forma conjunta creamos la historia. Esta producción estará este año en la puesta de cine indígena en el Museo Precolombino. También fue parte de un festival en Estados Unidos, México, España, se estrenó en el Cine Gaumont de Argentina.
IDENTIDAD
Ustedes mencionaron que trabajan en contextos vulnerables y de pobreza, pero este tipo de instancia enriquece a quienes participan de estos proyectos. ¿Palpan eso?
Así es, porque las personas son las creadoras de sus historias y cuentan sus vivencias, lo que les genera una identidad con los cortometrajes que hacemos. También permite transmitir historias a personas que viven otra realidad, que no están en una situación de emergencia, no viven en barrios o poblaciones, o que no están atravesando un proceso migratorio, les permite visibilizarse a estas personas que están en un contexto de vulnerabilidad y, a la vez, un llamado a quienes ven estos cortos a reflexionar sobre estas realidades distintas a la suya. Es una instancia de valorar cada historia y visión.
Por ejemplo, nosotros hicimos un taller en Gorbea, Región de La Araucanía, en un contexto bien duro, y luego postulamos esta realización al “Festival Ojo de Pescado” en Valparaíso, quedando seleccionado. Luego, realizamos las gestiones con la seremi de Cultura de La Araucanía para que los niños pudieran viajar al festival, donde estaban invitados con el alojamiento y alimentación, pero faltaba financiar el traslado… Imagina la experiencia para esos chicos en ese viaje.
Respecto al stop motion, ¿cómo decidieron innovar en esa área?
Tanto en los talleres de animación itinerantes, donde se crean cortos con los participantes, como los contenidos que creamos nosotros, en su mayoría utilizan la técnica de animación stop motion, que es algo mágico y a la vez artesanal, de darle vida a elementos a través de secuencia de fotografías. Nos permite contar historias con una estética más simbólica y que permite integrar a más personas en su elaboración y participación, tanto con niños o adultos, y es muy bien recibida. Además, no deja de ser cinematográfica.
¿Algún desafío en carpeta?
Siempre la autogestión es desafiante porque implica postular a proyectos y mostrar el trabajo que uno realiza. Siempre es un desafío.
En paralelo a los talleres, este año vamos a estrenar un corto que tiene que ver con Nelly Lemus, y prontamente, esperamos realizar un corto sobre Elena Tito, alfarera atacameña, quien falleció, pero tendrá su voz para ese proyecto.
Junto a ello, estamos trabajando un fondo del patrimonio, acerca de la Iglesia de Chiu Chiu y su fabriquera, para lo que estuvimos en contacto con Cristina Hrepic, fabriquera de la iglesia, quien falleció el año pasado. La idea es generar un material educativo tanto para educación formal como no formal, para salvaguardarlo para la comunidad y extensivo en la región.