Desde sus estudios de pregrado, Javier Carmona sintió una profunda atracción hacia el desierto de Atacama. Pero fue durante su investigación doctoral que centró sus intereses en el estudio de las trayectorias históricas de una planta, dando cuenta cómo ésta ha tejido una profunda relación con la sociedad y el papel crucial que ha jugado en distintos procesos históricos regionales.
¿Qué te llevó a interesarte en el estudio de una planta en el Desierto de Atacama?
Hice mi tesis de pregrado sobre la estructura agraria del oasis de Quillagua. Allí la memoria colectiva alberga una idealización del pasado que remite al período salitrero y al tránsito de animales por el desierto. Llegué a la alfalfa conversando con sus habitantes, revisando documentación histórica y recorriendo chacras abandonadas. Luego en mi tesis doctoral profundicé en la historia política de esta planta en tanto proceso articulador de ciclos mineros mundiales, colectivos animales y sociedades indígenas en los Andes del sur.
¿Qué nos puedes decir sobre los orígenes de la alfalfa en el Desierto de Atacama?
La alfalfa operó como una bisagra que intermedió procesos trágicos de la historia andina. Me refiero al reparto forzoso de animales a los indígenas, la interconexión de Atacama con los mercados mineros altoandinos, la muerte de arrieros y animales en rutas aisladas del desierto y la reconversión de la agricultura indígena bajo medidas coercitivas. Sin embargo, esta contracara trágica es una de las múltiples trayectorias de esta planta, ya que también existen derivaciones en su historia que corren por otros carriles.
¿Cómo se logró adaptar la alfalfa a las condiciones extremas del desierto de Atacama?
Ciertamente por características fitológicas propias de la planta, pero principalmente por la fuerza de los procesos económicos, políticos y culturales que están detrás de su expansión, como la demanda de energía y carne por parte de la minería colonial y republicana, la especialización arriera de sus habitantes, la continuidad de prácticas como el intercambio transfronterizo, la preponderancia de prácticas ganaderas en la reproducción socioeconómica familiar, entre otras.
¿Qué papel ha jugado esta planta en las culturas locales?, ¿ha sido similar en el pasado como en la actualidad?
Las poblaciones de Atacama se apropiaron de esta planta y supieron incrustarla en su vida cotidiana. El arreo de ganado, tan funcional a la minería del salitre, fue también impulsor del cultivo de forrajes en todos los oasis del desierto. Animales como mulas y burros, inicialmente repartidos a la fuerza, fueron integrados a prácticas tradicionales como el cambalache. La crianza de ovejas, por su parte, operó como sostén durante la crisis salitrera y los animales forman hasta el día de hoy parte de la ritualidad atacameña en entramados simbólicos complejos que unen a humanos y no humanos. Y así sucesivamente…
Desde la perspectiva multiespecie, ¿hay algún otro tema que trabajes actualmente?
Actualmente ejecuto un proyecto Fondecyt Postdoctoral financiado por ANID sobre minería y multiespecismo en Atacama. Sigo trabajando la historia de la alfalfa, profundizando en la circulación de animales durante los ciclos mineros de la plata y el salitre y la reconversión de una tecnología de cultivo indígena que en Tarapacá se conoce como chacras hundidas o canchones.