Por: Paula Meza Brito
Fotografías: Soledad Christie Browne

La inmensidad del desierto y su materialidad, guiaron a Soledad Christie hacia el oficio ancestral de la alfarería. Gracias a su dedicación y talento, ha sido galardonada en cuatro ocasiones con el “Sello de Excelencia a la Artesanía” (2013, 2014, 2015 y 2020), además de recibir el reconocimiento de “Excelencia del World Craft Council” para artesanías del Cono Sur, otorgado por la Unesco en 2014. Su obra se nutre del paisaje, la técnica y la cosmovisión; elementos que entrelaza para crear piezas que generan ecos y resonancias profundas, sutiles y poéticas.

¿Cuándo llegaste a vivir a San Pedro de Atacama y qué significa para ti habitar el desierto?

Llegué hace 35 años a un bello pueblo de tierra a los pies de la volcánica Cordillera de los Andes. Llegué a un mundo silencioso, desnudo y misterioso, donde tuve la sensación de estar en un hogar. Durante todo este tiempo, habitar el desierto se ha vuelto para mí el estar inmersa en un territorio poderoso, un paisaje de indómita inmensidad y una atmósfera profundamente poética y mágica.

¿Cómo se dio la transición desde tu profesión de diseñadora gráfica al oficio de ceramista?

Al llegar aquí conocí la cerámica negra pulida y me emocionó profundamente su gran fuerza y extremada delicadeza; tan simple en su diseño y a la vez tan llena de misterio. Con ella, apareció para mí por primera vez la cerámica como un lenguaje expresivo muy poderoso. Y supe con certeza que éste era un camino que quería recorrer.

¿Cómo es la relación que tienes con la arcilla y cómo describirías la técnica que utilizas en tus obras?

Amo la esencia plástica de la arcilla que va cambiando a lo largo de todo el proceso, de húmeda a seca. En cada momento, ésta tiene un sonido particular, que me permite sumergirme en una especie de presencia, donde mis manos son las que piensan. Y al modelar, sólo hay una fina capa de arcilla que se mueve lentamente entre mis dedos, construyendo al mismo tiempo un espacio interior y una superficie exterior. Durante la lentitud del proceso es donde exploro, intentando encontrar un ritmo entre volumen y forma, quietud y movimiento, equilibrio y tensión. Modelo a mano usando las antiguas técnicas de pellizcado y lulo. La cualidad superficial se obtiene en el bruñido con piedra de río. La quema es la tradicional en hoyo con guano, combinada con una quema a baja temperatura en un horno a gas.

¿Cómo influye la herencia cultural del desierto de Atacama en tu trabajo como ceramista?

Mi trabajo está enraizado en el territorio, tanto en el paisaje como en la tradición. En medio de la inmensidad, me encuentro con la fuerza de un lenguaje ancestral: la alfarería precolombina. El paisaje, la historia y la cosmovisión están presentes en mi trabajo y en mi vida. Creo desde la intuición y desde la percepción de todo lo que me rodea, visible e invisible.

¿Cuál consideras que es el sello principal de tus obras?

Mi trabajo es lo que es gracias al territorio que habito. Son las manos las que hablan a través de la relación con la arcilla y la cercanía con los procesos ancestrales del oficio de ceramista, guían una suerte de expresión intuitiva sobre cómo percibo mi entorno y cómo expreso mi identidad desde este oficio. Reconozco al desierto de Atacama y el Altiplano Andino como parte de mi propia identidad. El silencio, la soledad, la luz y la vastedad de este territorio han modelado mi ser y mi quehacer.

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