Por: Osvaldo Urrutia Madariaga
Fotografías: Pablo Fuentes Díaz

“Es el momento de hacernos cargo de lo que es ser antofagastinos y lo que nos gustaría como ciudad. Es preocupante cuando esa falta de identidad y arraigo está pasando a nuevas generaciones”.
Esta es la reflexión del sicólogo Pablo Fuentes Díaz, quien también es pintor y fotógrafo por afición. Nacido en Chuquicamata, desde los dos años está radicado en Antofagasta, forjando sus raíces entre el desierto y mar, tierra que admira y defiende.

Este ex sanluisino de 45 años se mueve entre la pedagogía y su consulta profesional, pero eso no lo inhibe de sacar su cámara y capturar los cielos y paisajes del norte, y si no está en ello, está en su balcón dando vida y colores a un lienzo. Hasta ahora, no ha expuesto sus trabajos, un anhelo que le gustaría hacer realidad.

¿Cuál es tu mirada como hijo de esta región, pero también como sicólogo?

Debemos asumir un rol dentro de la ciudad. Cuando tienes ordenada tu identidad, te puedes comprometer con ciertas cosas, asumir responsabilidades, y me parece que no hemos logrado reinventar una identidad.

Nuestra generación y las más antiguas tenían una foto en el león de la Plaza Colón, las generaciones actuales no están ni ahí con eso. Otro caso es lo que sucede con La Portada, un ícono que en cualquier video para promocionar el país aparece, aunque sea un segundo, pero está prácticamente abandonada. Quedan pocos elementos para decir, ésta es mi ciudad.

EMOCIONES

Al parecer, tratas de rescatar el norte y la región en tus fotografías, ¿pero cómo se produce este salto artístico?

La fotografía va de la mano con la astrofotografía, es decir, está relacionada con la astronomía. En el proceso terapéutico abordo el crecimiento integral, que apunta a expandir el crecimiento personal a más áreas de sí mismo, tener más recursos para enfrentar los desafíos de la vida.
Una de esas herramientas son los hobbies, un crecimiento espiritual desde el área creativa. Esto lo podemos definir como información, porque todas las emociones que uno va sintiendo son informaciones.

En mi caso personal, descubrí que había dejado de lado algunos hobbies, y recordé que en mi infancia tenía la imagen del cometa Halley, en esta reflexión salí a la terraza, vi las estrellas, tomé mi cámara y empecé a autoeducarme en la astrofotografía, que tiene una técnica especial que no puedes hacer con tu celular.

Se trata de cultivar la belleza en lo cotidiano, como es una flor de un bandejón central, el atardecer, el amanecer, las estrellas. Me dio sentido el no vivir con piloto automático, sino que contemplar la belleza de las cosas y me ha ayudado a valorar los espacios de mi ciudad.

¿Y la pintura también nació como un hobbie?

Fue algo particular. Me gusta ir al cine solo, porque siempre he dicho que hay películas para ir en familia, pero otras que se disfrutan solo como es “Joker”, la que fui a ver un día antes del estallido social. Sin querer, salí reflexionando con un sentido crítico, y al otro día fue el estallido social en Chile. Fue algo que me hizo cuestionar sobre lo que estaba haciendo con mi vida, porque a veces vives en piloto automático.

Recordé que en mi adolescencia tuve la oportunidad de observar una pintura de Jackson Pollock, de quien me impresionó su estilo. Este pintor estadounidense inventó el dripping, técnica del expresionismo abstracto, pintando casi del inconsciente, derramando la pintura en una tela. De hecho, él tiraba la tela en el piso, con pintura industrial, casi sin pensar mucho, y noté que eso necesitaba, no pensar las cosas, sentir los colores. Y expresar mis emociones.

Es importante la reflexión que dan espacios como las artes y las relaciones con nuestro alrededor.
Me preocupa que seamos una sociedad tan preocupada de lo urgente y posterguemos lo importante, es un gran desafío construir una valoración de las relaciones interpersonales. Lo veo en alto bien específico como el tema del celular, porque cada vez nos miramos menos a los ojos porque estamos pendientes de las notificaciones, de las redes sociales, de la pantalla del celular. Hemos cambiado nuestra mirada, eso nos resta para ser más empáticos y saber escuchar.

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