Por: Patricio Vega Contreras
Fotografía: Patricio Vega Contreras

Su pasión por la cultura la mantiene en permanente estado de alerta, siempre pensando en crear algo nuevo o gestionando alguna presentación de sus “queridos artistas” (como les llama cariñosamente en cada conversación). Cualquier café del centro de Antofagasta sirve como improvisada oficina, donde se junta con sus principales colaboradores para hablar de proyectos y también de la vida.

Reciente Ancla de Oro, gestora cultural, profesora, presidenta de Agrupación de Escritores del Norte (Asen) y organizadora del Festival Internacional de Poesía y Arte de los Pueblos Originarios (Fipo) son algunos de los cargos y ocupaciones de Bernarda Marín Arancibia, quien irradia energía a la hora de enfrentar nuevos desafíos. Otro dato: también es directora de la Corporación Cultural de Antofagasta.

Ya está pensando en una nueva versión del festival que reúne a representantes de pueblos originarios de todo el continente en la región, con una potente parrilla de recitales poéticos, bailes, ritos ancestrales y el rescate de sus lenguas, además de visitas de los artistas a diferentes colegios de la región.

Sin embargo, la falta de financiamiento le jugó el año pasado una mala pasada para realizar el certamen internacional, algo que no la amilana, muy por el contrario, le da nuevos aires para ponerse creativa y buscar recursos para un evento artístico que es único en todo el país y que rescata la visión del mundo indígena, repleto de simbolismos y sabiduría.

TRADICIONES

¿De dónde viene esta especial relación con los pueblos originarios?

Es algo extenso de explicar… esto se remonta a cuando estudiaba Historia y Geografía en la preparatoria (educación básica) y me llamaba la atención el pueblo mapuche, su gente, sus guerreros, sus valientes mujeres, todo. Como niña, hacía mi magia pensando en lo imposible y lejano de la historia de Galvarino, Lautaro y muchos más.

Ahora como adulta, he tenido el privilegio de estar con muchos líderes en diferentes encuentros internaciones que me han llevado a conocer a hermanos de toda Latinoamérica. De conocer a muchos líderes, aprender y además cultivar lindas amistades. De hecho, soy Hija Ilustre del pueblo mapuche, y esto lo digo con mucho orgullo.

¿Cuáles son las grandes enseñanzas que nos pueden entregar hoy nuestros pueblos originarios?

Mucho respeto a la ecología, de preservar y cuidar la tierra. Tenemos grandes legados, como la agricultura, artesanía, astrología, medicina, odontología y otras actividades que fueron la base de los adelantos de hoy. Debemos mirar a nuestros antepasados para comprender muchas cosas de hoy y así cuidar nuestra gran casa, que es nuestro planeta.

FESTIVAL

¿Y cómo nació la idea de crear un festival que resalte las tradiciones y la cultura ancestral?

Nació por una necesidad de aprender sobre la cosmogonía de nuestros indígenas. Debemos volver a valorar la tierra, cuidar el agua y el entorno, porque formamos parte de un todo. Precisamente, el festival es una útil herramienta para conocer la cultura y tradiciones de estos pueblos, todos con diferentes visiones, pero con un sentimiento profundo de cuidar y explicar el mundo en que vivimos. A través de este festival que reúne a tanta gente, estamos mostrando la sabiduría y riqueza histórica.

El año pasado por primera vez no se realizó el festival desde su creación. ¿Cuáles fueron las causas?

Mucha burocracia, fue una decepción muy grande porque el festival es reconocido a nivel nacional y en el extranjero. Todos los artistas que venían eran originarios de diferentes países, hablantes de sus idiomas y viajaron de todo el continente, además de los pueblos del país, como los lickanantay, que son nuestros. También vino un selknam hablante, que contó su historia y mostró sus tradiciones a los nortinos.

¿Qué viene ahora para el festival?

Este año sí o sí se realizará el festival, ahora mi misión es buscar financiamiento en las empresas, porque es un certamen internacional que le pertenece a los antofagastinos y a toda la región.

DISTINCIÓN

En otro aspecto, ¿qué fue lo primero que se le vino a la mente cuando le dijeron que había ganado el Ancla de Oro?

Lo primero, una emoción muy grande. Rápidamente, se me vino a la mente mejorar las actividades artísticas, la cultura y nuestro patrimonio, porque es fundamental que nosotros, como gestores culturales, sigamos en el camino de enriquecer nuestra identidad.

¿A quién le dedicó este reconocimiento y por qué?

Desde un principio lo dije: dedico este reconocimiento a todos los artistas y gestores de Antofagasta, porque ellos son el motor que tenemos para mostrar nuestro arte en diferentes aspectos, ya sea en la pintura, música o danza. Con mucho cariño, esta distinción se la dedico a los artistas.

¿Y cuál es el estado de la cultura en Antofagasta?

La verdad… estamos en pañales y eso lo puedo asegurar por las distintas realidades que conozco en diferentes países. Estamos al debe con la cultura y al debe con nuestros pueblos originarios, que es una parte esencial y fundamental en todo orden de cosas, porque es la herencia que recibimos de nuestros antepasados.

Así, con una infinidad de papeles, documentos y una inseparable carpeta, Bernarda Marín anda de aquí para allá gestionando sus actividades. Y es que su norte es hacer de la cultura un bien de todos los antofagastinos.

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