Fotografías: Edgardo Solís Nuñez / Juan Pablo Loo Olivares

Ubicado al suroeste de San Pedro de Atacama, el Cerro Quimal es la principal cumbre de la Cordillera de Domeyko, siendo fuente de una inagotable riqueza patrimonial, debido a sus múltiples mitos y leyendas que le rodean.

La leyenda

“Quimal”, la más hermosa de las doncellas de los Andes atacameños, era pretendida por los jóvenes guerreros “Licancabur” y “Juriques”. La “Ñusta” finalmente entregó su corazón a la “montaña del pueblo”, lo cual generó el despecho de “Juriques”, quien en un arrebato de celos, intentó poseerla por la fuerza. Enterado de la afrenta cometida, “Licancabur”– en un ataque de ira– decapita con un golpe de maza a su desleal hermano, quien desde entonces, sería conocido en la cuenca del Salar de Atacama como el “descabezado”.

Cerros y Volcanes exigieron justicia ante “Lascar”, quien a pesar de comprender las razones de “Licancabur”, tomó la decisión de separar a los amantes, enviando al destierro “Quimal”, al otro extremo del Salar de Atacama, lejos del alcance de su enamorado.

Para la cosmogonía atacameña, Quimal ostenta un carácter sagrado; encarnando al espíritu femenino que vela por los habitantes de Atacama La Grande.

Sin embargo, el tiempo y la distancia no menguó el amor entre los jóvenes, provocando la compasión del anciano “Láscar”, quien finalmente les concedió reunirse una vez, por cada año, en aquel día coincidente con el nacimiento del nuevo sol para los pueblos del sur. Es así, como cada solsticio de Invierno, las sombras de los amantes se encuentran, dando origen a un nuevo año para los Andes atacameños.

Es por eso que si se visita Atacama La Grande, verán erguido protegiendo al pueblo, al poderoso “Licancabur”. A su lado se ve a “Juriques”, descabezado y junto a ellos, una enorme explanada donde alguna vez habitó “Quimal”; quien yace solitaria al otro extremo del Salar de Atacama, coronando la cordillera de Domeyko.

Investigaciones y observaciones arqueológicas posicionan al Cerro Quimal como un adoratorio de altura de primer orden, en razón de que en su cumbre se materializaban ceremonias y entregaban ofrendas con motivo del culto al sol y de las más diversas festividades de la cosmogonía andina. Esto, sin perjuicio de ser parte de un sistema de comunicación en base a fogatas que relacionaba a todas las altas cumbres del territorio “Lickan Antai”.

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