Por: EDGARDO SOLÍS NÚÑEZ
Fotografía: Sebastián Rojas Rojo

Con el llamativo nombre de su primera novela “A mi mamá le gusta tomar vino”, la joven escritora María Luisa Córdova irrumpió con fuerza en las letras nortinas, un nombre que hay que tener presente. De hecho, y según sus propias palabras, esta primera incursión literaria la considera como un tributo a las mujeres que por años estuvieron bajo la sombra de sus maridos.

Este nuevo rostro literario nació en Vallenar (Región de Atacama) y es periodista titulada de la Universidad Católica del Norte. Hoy Antofagasta es su ciudad adoptiva, lugar donde da rienda suelta a sus nuevos proyectos, a través siempre de su singular punto de vista.

¿Cómo fueron tus primeras aproximaciones a la literatura? ¿Y en qué época comenzaste a escribir?

Creo que los primeros recuerdos de mi infancia están vinculados a los libros. En casa no teníamos televisión por cable, tampoco tenía tantos juguetes, vivía en un edificio, no salía a jugar con mis vecinas y fui hija única hasta los nueve años, así que me aburrí muchísimo. Aprender a leer y escribir fue un acto natural e innato, sentí la necesidad de comenzar a escribir mis propios cuentos alrededor de los ocho años y aún los conservo. Sin embargo, fue Mafalda la que me abrió las puertas del pensamiento crítico, lo que me ha acompañado hasta hoy.

¿Quiénes han sido tus modelos a seguir? ¿Existe alguna corriente o tendencia determinada en la que te has inspirado?

Mi escritora favorita es la chilena María Luisa Bombal. Me obligaron a leer “La amortajada” a los 14 años. A esa edad uno no entiende muchas cosas, me costó mucho leerla, no deberían obligar a los niños y jóvenes a leer novelas para las cuales no están preparados, el acto de leer siempre debe ser grato y luminoso, jamás una imposición. Me reencontré con Bombal cuando estaba en la universidad estudiando Periodismo y me voló la cabeza, allí lo entendí todo.

En ese transcurso de tiempo, ¿qué sientes que ha cambiado en tu manera de escribir?, ¿cómo describirías tu rutina de escritura?

Soy muy desordenada, no cumplo ninguna rutina, salvo encontrarme de buen estado de ánimo para inspirarme. No puedo escribir si tengo preocupaciones o tristeza, no me conformo con las palabras que surgen desde la pena. Necesito estar sola, en silencio y ojalá con la puerta cerrada o con la espalda hacia la pared, algo muy raro. Últimamente escribo desde mi teléfono, ha sido interesante pasar del computador a este dispositivo pequeño, me hace sentir más segura. Lo que sí tengo claro, es que cuando las condiciones son favorables, puedo estar ocho horas escribiendo, como también puedo pasar dos meses sin escribir nada. Y absolutamente sí, mi manera de escribir va mutando. Me gusta mirar hacia atrás y ver que mi primer libro “Mamerta” es radicalmente diferente a mi última novela “A mi mamá le gusta tomar vino”. Quiero trabajar en proyectos diferentes.

¿Cómo podrías describir tu proceso creativo?

Para escribir me gusta tener flores frescas, abrir las ventanas, oxigenar mi cabeza. Generalmente la inspiración viene de alguna idea fortuita que luego va creciendo. Siempre tengo a mano la libreta de notas de mi teléfono, donde tengo un montón de frases sin sentido a las que luego recurro para construir un relato. Me inspira la naturaleza, los animales, el silencio del desierto. Hay mucha belleza en las cosas simples.

Tras publicar “Mamerta”, “Déjame Morir” y “A mi mamá le Gusta tomar vino”, ¿qué proyectos tienes a futuro?

Estoy terminando una novela de comedia, inspirada en un amigo que fue liberado de su existencia terrenal este año. Podría ser algo trágico, pero he convertido el dolor en humor. Quiero rendirle tributo a su increíble imaginario, era una persona multifacética; escritor, poeta, artista visual y comediante. Con el apoyo de su familia, he ido construyendo una historia de ficción que mezcla frases reales que he ido extrayendo de las redes sociales de mi querido amigo. Ha sido un proceso muy bonito.

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