Por: Iris González Gamboa
Fotografías: Glenn Arcos Molina

“Esta casa yo se la construí, fue mi regalo para ella. La hice grande, con puertas grandes…esta casa era para ella”, recuerda Glenn Arcos Molina.

El destacado fotógrafo y diseñador gráfico chuquicamatino no oculta su emoción al repasar el origen, como un obsequio para su madre, del que es hoy el Centro Cultural Estación Fotógrafo de Cerros (Zenteno 635, Antofagasta). “Ella era fotógrafa. Fue la que puso la primera cámara en mis manos y disparé las primeras fotos con ella, a los 8 años”, dice de María Ignacia Molina.

Junto a su padre Hernán Arcos, un reconocido jazzista y trombonista, le dio esa mezcla de sensibilidad que marcó su vida y mirada. “La fotografía para mí siempre fue un sueño”, afirma el profesional que tuvo en las fotos familiares y del anuario de su colegio sus primeros pasos y que con el tiempo lo llevaron lejos, a lo alto, publicando incluso en The New York Times.

Para él, el periodismo es una herramienta potente de cambio. En sus 26 años de corresponsal como reportero gráfico de El Mercurio de Santiago, ha visibilizado los problemas de la región y su gente; sus necesidades, anhelos y logros. Sus satisfacciones son miles, pero el 2020, en plena pandemia, su madre falleció. “Era la mejor mujer del mundo para mí. Ella murió y de ahí toqué fondo y todo lo hermoso de la carrera, lo que yo he hecho, valía nada para mí, pero ahí quizás todas esas cosas que he hecho en las calles, ver tanta pobreza, estar vinculado, me inspiró a buscarle un sentido a mi vida. Eso generó que contruyera esto”, asegura.

Nació así el Centro Cultural que él ya trabajaba como proyecto, pero enfocado en relevar la figura del escritor Hernán Rivera Letelier, su entrañable amigo.

¿Cómo nació esa amistad con él?

Hace 25 años fui a golpear la puerta de su casa. Le pedí hacer fotografías del teatro y de la obra “La Reina Isabel Cantaba Rancheras” para hacer mi proyecto de título. Tenía que pedirle permiso y él me dijo que bueno y me ayudó, entonces le empecé a llevar mis avances de títulos y le encantó. Ahí nació una amistad donde yo he tenido el honor de poder caminar con él, conocerlo en su sencillez, en su humanidad, en su nobleza como persona, en su genialidad y además he tenido el honor de escuchar las historias antes de que son escritas a veces o cuando se están gestando. Veía como era también tan injusto que no se le daba el premio y participé en todas las postulaciones.

Hasta que llegó la buena noticia del Premio Nacional de Literatura, que recibió el pasado 21 de diciembre…

Me hizo llorar de emoción. El 12 de julio a las 10:30 de la mañana me llaman del ministerio, pero no me contaron, sino que me pidieron el número de Hernán. Ahí me contó y lloré con él de emoción y me fui corriendo a su casa.. Hay otros que se sienten orgullosos de haber conocido a Neruda, Gabriela Mistral o Violeta Parra, pero para mí es Hernán Rivera Letelier. A veces uno puede tener historias y esta historia yo creo que es hermosa, porque además me dedicó su último libro. Glenn Marcos le puso a un personaje, nombra a mi papá y eso es hermoso.

Precisamente tu centro tiene hoy una exposición en su honor…

Sí, “Hernán Rivera Letelier en el Mundo” se llama y es una recopilación de muchos años de fotografías, portadas de sus libros y también imágenes del desierto profundo. Este centro cultural se llama Estación Fotógrafo de Cerros, por el nombre que me dio en su obra “El Escritor de Epitafios”, ahí me nombra como uno de sus amigos. Soy fundador de la Fundación Estación Fotógrafo de Cerros, que estamos desarrollando varios proyectos, uno de ellos es la galería de arte abierta a la comunidad, que busca ayudar a los jóvenes a generar oportunidades, espacios de compartir conocimiento y también de defender los derechos de las personas.

Arcos explica que tienen tres ejes de acción. Uno es el área artística cultural, en la que trabajan con representantes de diversas disciplinas. El recinto cuenta para ello con tres salas interiores de exhibición y un muro de 48 metros de largo para montar exposiciones.

El segundo eje es el social. “Estamos ya desarrollando actividades en los campamentos y para eso también estamos enfocados en poder llevar el arte y la cultura y proyectos con la comunidad, generar oportunidad para las mujeres y tener una relación más cercana con ellas”. En tanto, el último eje es el proyecto “Estación Maru”, que con su experiencia en cultivos busca tener un laboratorio en el desierto, enseñar agricultura y generar oportunidad.

El sueño sigue creciendo y dejando atrás incluso a quienes le hablaron negativamente de lo que estaba haciendo. “Yo les planteaba que no se preocuparan, porque ésta iba a ser una estación que iba a ser el tren de las personas que se quedaron abajo del tren. Mi rol es social, no pretendo quitarle el trabajo a nadie, sino que generarlo. No pretendo competir con nadie, sino que quiero conectarme”.

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