Javier Araya Alano (53 años)
Actor, escenógrafo y dibujante
Estudió actuación en la U. de Chile y vive desde hace 25 años en Buenos Aires. Actualmente interviene con sus dibujos en el cuento para niños “El Pincoya en Taltal eterno”, con el actor nacional Daniel Alcaíno.
Extraño toda mi niñez. Ese tiempo me contuvo. Dulcemente me enseñó letras y números en la Escuela 1. Ahora les hablo y escribo a mis excompañeros, lindas personas, buenas, trabajadoras, idénticas a las que conocí en la escuela y de la cual guardo hermosos recuerdos.
Me despabiló con alegría la cofradía adolescente en el Liceo de Hombres. Ahí conocí a grandes amigos que conservo y cultivo hasta hoy. Compartimos alegrías, tristezas, diferencias políticas, religiosas y poéticas. Cada vez que voy a Antofagasta el encuentro con ellos es cercano, adornado por los años de la experiencia y del camino recorrido en la vida.
Echo de menos la cuadra donde crecí (calle Esmeralda frente al Estadio Sokol). La copa del aromo que regalaba su perfume en la ventana de mi pieza. La higuera del fondo del patio, que fue todas las selvas del mundo. La casa gigante familiar de 1927 fue castillo, galeón, cohete, fondo marino, base lunar, fue la multicancha donde competimos con mis hermanos en deportes raros de reglas inventadas.
El olor a mar está en cada imagen que viene a mí de Antofagasta. La inclinación de sus calles y las casas viejas de madera apolilladas de donde claramente nunca llueve.
El atardecer dramático entre mar y cielo. Esa agonía teatral con lenguas de fuego rebotando su resplandor en nubes marinas y cerros oxidados. Pero cuando se va la luz solar y logras abstraerte de la urgencia urbana, puedes oír a las garumas saludando a la noche, las olas del crepúsculo te salpican gotas frías y saladas si estás cerca de ellas.
Añoro esa ciudad que ya no es, aquella que por lógica creció. Casi medio siglo después ella reunió gente nueva y por eso me encanta verla cosmopolita, menos endogámica.
Mil colores nuevos, mil sabores, puntos de vista diversos de migrantes con sus propios anhelos en el corazón. Los nuevos integrantes hacen de Antofagasta un lugar más sabroso, sin duda. Porque soy migrante en otra tierra, sé que se siente. Conozco la sensación.