La pintoresca localidad de Ollagüe (3.660 metros sobre el nivel del mar) es mucho más que hermosos paisajes y altivos volcanes. También tiene una rica historia por tener los sitios mineros permanentemente ocupados más altos del mundo durante casi cien años (1890-1992) en la explotación del azufre y el bórax.
Así, Ollagüe fue escenario de un modelo económico moderno basado en la explotación industrial de estos yacimientos mineros y de otras actividades extractivas como la explotación de yareta. Este proceso supuso cambios radicales en los modos y prácticas locales, modificando los espacios estancieros agro-pastoriles y estableciendo nuevos tipos de relaciones sociales y económicas entre éstos y los sitios industriales.
Todo este próspero pasado forma parte de la investigación del Proyecto Arqueológico Alto Cielo, una iniciativa arqueológica-histórica para investigar sobre la historia cultural de la actual comuna de origen quechua.
INDUSTRIA
En específico, el proyecto tiene por objetivo general describir, caracterizar y analizar las transformaciones que se desarrollaron en Ollagüe entre 1890 y 1992 a través del estudio de los espacios agro-pastoriles (estancias) y los sitios industriales de explotación minera. Desde fines del siglo XIX, Ollagüe fue testigo de los complejos matices de la expansión industrial en el norte de Chile, ejemplificados en la explotación minera del azufre, bórax y cobre (Collahuasi), así como en la construcción del ferrocarril Antofagasta-Bolivia (FCAB) y su ramal Ollagüe-Collahuasi.
Desde 2022, este es un proyecto Fondecyt, financiado por ANID-Chile y patrocinado por el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) de la Universidad Católica del Norte, utilizando un enfoque arqueológico, etnográfico e histórico.
Para saber esto y mucho más, el director del Proyecto Alto Cielo, Francisco Rivera, entrega detalles de esta ambiciosa iniciativa patrimonial.
HISTORIA
¿Cuáles son los orígenes y la motivación para ejecutar el Proyecto Arqueológico Alto Cielo?
La idea del proyecto nació en 2012-2013, cuando conocí a Javier Cruz Condori, un amigo de Ollagüe con quien discutimos sobre la posibilidad de elaborar proyectos sobre el pasado de la zona. Yo trabajaba en temas de minería y arqueología-histórica en la Región de Antofagasta y fue Javier quien me motivó para ir a Ollagüe y aprender sobre los mineros del azufre. Así que comenzamos con un primer proyecto en 2015. La motivación fue visibilizar esa historia de la minería del azufre y bórax en la región, que es tan importante como la del salitre o la del cobre, pero que es mucho menos conocida.
¿Y cuáles son los principales hallazgos y conclusiones que el trabajo en terreno les ha entregado?
Lo primero, es el impacto que la minería del azufre y del bórax tuvo para la comunidad local. Así también ha sido interesante ver las consecuencias de la desindustrialización, es decir, el momento en el cual las empresas cerraron sus operaciones y las personas tuvieron que migrar desde los campamentos. Fue un episodio doloroso que ha marcado muchos recuerdos y ha creado una cierta forma de nostalgia industrial. Por otro lado, en el caso de Ollagüe, hay campamentos que están muy aislados y de difícil acceso, y por esa razón se conservan relativamente bien. Todo parece congelado en el tiempo y eso para nosotros, como arqueólogos y arqueólogas, ha sido un privilegio poder estudiar. Por último, hemos descubierto cómo la industria minera funcionó desde fines del siglo XIX como un mecanismo no sólo para extraer recursos naturales, sino que también para controlar la frontera con Bolivia.
IDENTIDAD
¿Cuánto definió la explotación del azufre la construcción de la identidad de los habitantes de Ollagüe?
Dudo que yo sea la persona adecuada para responder esta pregunta. El tema de la identidad es bien complejo y siempre depende de qué aspectos se consideran para definir lo que es de lo que no es. Sin embargo, desde mi perspectiva, puedo decir que la minería sí tuvo un impacto enorme en la historia reciente de Ollagüe. El recuerdo y la memoria de esa época siguen vivos y muy presentes hoy en día. Si bien los campamentos y los vestigios industriales están abandonados, las personas de Ollagüe sienten un vínculo íntimo y muy estrecho con estos lugares; ahí nacieron, ahí vivieron, ahí se casaron. Es cierto que los jóvenes deben migrar por motivos de estudios o de trabajo, pero por lo que he visto, mantienen sus vínculos con Ollagüe.
¿Podríamos generar un símil entre las historias y memorias de la pampa salitrera con el legado de los mineros del Alto Cielo de Ollagüe?
Hay similitudes, sin duda. Durante los primeros años, el azufre se vendía a las oficinas salitreras para la elaboración de explosivos, así que hubo ciertamente una relación económica. Hay también algunos parecidos en las formas. Por ejemplo, la construcción de campamentos azufreros siguiendo la lógica salitrera del company town, es decir, lugares construidos y controlados por las empresas mineras con sectores habitacionales para los trabajadores y sus familias. En eso se parecen mucho. Sin embargo, hay diferencias interesantes. Por ejemplo, la producción de azufre fue mucho menor que el salitre, contó con menos trabajadores y en un área mucho más acotada, ya que el azufre se extraía de las cumbres de los volcanes, a más de 5.500 metros. Los mineros tuvieron que enfrentar condiciones realmente duras.
¿Cómo se podría potenciar el patrimonio industrial azufrero?
En Ollagüe hay muchas personas que están interesadas en resguardar y preservar los campamentos abandonados, pero como bien sabemos, lo que falta son los recursos. En algunos casos aún es posible encontrar vestigios como bateas, andariveles y autoclaves que se usaban para procesar el azufre. Segundo, el patrimonio ferroviario: Ollagüe es la última estación del ferrocarril Antofagasta-Bolivia, una estación centenaria y muy relevante en la historia de la región.
¿Cómo definirías el proceso que dio luz a la publicación El Perfume del Diablo, Azufre, memoria y materialidades en el Alto Cielo?
El libro fue el resultado de un proyecto financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes a través del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes y es un volumen colectivo en el que participaron diferentes investigadores. La publicación fue un proceso difícil y largo, porque al momento de tener todo listo, ya sea textos, permisos para publicar fotografías y planos arquitectónicos, llegó la pandemia del Covid y los acuerdos que teníamos para la impresión tuvieron que ser suspendidos. Ya antes habíamos publicado un pequeño libro sólo de fotografías antiguas que habíamos recopilado y que distribuimos gratuitamente en Ollagüe, pero teníamos tanta información interesante, que creímos que sería buena idea publicar un libro un poco más largo. Personalmente, considero el libro como una síntesis de muchos datos e ideas dispersas, pero en eso mismo radica su riqueza.