Por: Patricio Vega Contreras
Fotografía: Patricio Vega Contreras

Su casa es una verdadera caja de sorpresas, donde es posible encontrar de todo: desde los más insólitos objetos de principios del Siglo XX, hasta una moto incrustada en la parte exterior del segundo piso. En cada esquina, pared o pieza hay algo que contar, en un entretenido viaje por la historia de los últimos 120 años.

“Esto no es como el programa ‘El precio de la historia’, aquí nada se vende”, señala en tono de broma. Y es que los cuatro pisos de su vivienda están convertidos en un pintoresco museo (y no es exageración), donde todas sus joyitas patrimoniales tienen un lugar especial, siempre acompañadas de ese dato preciso y sabroso.

El protagonista de esta historia es el ingeniero comercial Andrés Medina Williams, un antofagastino de hablar rápido y con una pasión desbordante a la hora de sumergirse en el patrimonio local. En este ámbito, ya cuenta con tres libros, todos de alta calidad y financiados de su propio bolsillo.

MONEDAS Y CAJETILLAS

Su aventura en el mundo del coleccionismo comenzó alrededor de los 12 años, primero juntando monedas, después cajetillas de cigarrillos (algo que dejaría por el fuerte olor que dejaba en sus manos) y luego en una llamativa colección de cajas de té, algo que le robó el sueño durante varios años, sobre todo a la hora de buscar (tanto él como vendedores) estos tesoros enterrados en la pampa. Sí, porque muchos de ellos estaban en hoyos, correspondientes a antiguos basurales.

En toda su casa se respira el pasado. “Cada artículo tiene su historia y razón de ser”, dice con orgullo al enumerar cada una de sus colecciones que ya ni sabe cuántas tiene en sus más de 40 años dedicados a esta pasión.

GUERRA DEL PACÍFICO

Al subir al tercer piso, las vitrinas se multiplican y aparecen los más variados objetos. Aquí llama la atención los artículos de la Guerra del Pacífico y una colección de armas de fuego de diferentes años, todas inscritas y en regla, algo que recalca para evitar cualquier mal entendido.

Junto con la recolección de los objetos, también vienen varias anécdotas. Recuerda cuando una vez en el Paso Los Libertadores lo miraron con cara de pocos amigos debido a la gran cantidad de juguetes que traía desde Argentina o cuando venía desde Iquique con dos pistolas (una a fogueo y otra de fantasía), que más de algún dolor de cabeza le provocaron con los funcionarios de Aduanas.

Al margen de estos pequeñas contratiempos, admite que ser coleccionista es algo único para hacer grandes amigos, sobre todo con quienes ha tenido que regatear el precio de los artículos, en un tira y afloja que le da un sabor especial a esta actividad.

¿Cuál es su objeto más preciado en su colección?

Todos los artículos tienen un valor importante, porque hay una historia detrás, desde conseguirlo, negociar su precio, hasta conservarlo en el mejor estado posible, porque hay muchas cosas que uno tiene que limpiar o recuperar. Sin embargo, las condecoraciones de la Guerra del Pacífico tienen un valor único y muy especial, sobre todo porque es un patrimonio nacional. Dentro de esta colección, hay dos piezas únicas que tienen un valor de varios millones de pesos.

OBJETOS

¿Cuánto dinero ha invertido en esta pasión? ¿Qué le dice su familia?

¡Uffff!, no lo sé (ríe), pero aquí cuento con el apoyo de mi familia, donde mi señora también me ayuda a concretar esta pasión. Siempre ando viendo algo que comprar, pero ahora el mercado está muy disminuido porque casi todo ha sido depredado y hay mucha falsificación.

¿Quién lo asesora en este tema?

Generalmente, uno va aprendiendo solo e investigando con el tiempo sobre diferentes temas y también aprende a distinguir los objetos de valor de aquellos que son imitaciones. Pero predomina el tiempo que uno le dedica a conocer la historia.

¿Cuál es su próxima aventura?

Estamos preparando un libro sobre “Los circos del desierto”, proyecto que separaremos en dos volúmenes debido al número de páginas. Esto considera afiches de todos estos espectáculos que llegaron a las diferentes salitreras y que marcaron toda una época, incluso con boletos de los primeros años de 1900.

Este es el singular mundo de Andrés Medina, un enamorado de cada uno de sus objetos. “Ya vendrán más sorpresas”, dice con su típica sonrisa al abordar su próxima aventura ligada al patrimonio local… Pero eso es otra historia.

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