Por: Iris González Gamboa
Fotografías: Corporación Cultural SACO

Con más de dos décadas en Antofagasta, Dagmara Wyskiel ya es capaz de sentirse absolutamente chilena…y también polaca. “Cuando estoy en Antofagasta extraño Cracovia; cuando estoy en Cracovia extraño Antofagasta. Y eso también es muy lindo, porque saco de ambos territorios lo que más me gusta, lo que más me acomoda y eso tanto respecto al clima como a la gente, al paisaje, a la comida. A los olores…a la cultura. Entonces sí, cuando estoy en Cracovia me siento profundamente chilena y cuando estoy en Antofagasta, estoy clara que soy polaca”, dice riendo sobre lo que describe como una situación de “una esquizofrenia de identidad absolutamente voluntaria y que también es inspiradora”.

La doctora en Artes de la Universidad de Bellas Artes de Cracovia cuenta que al llegar al Desierto de Atacama y adentrarse en él sintió que era un lugar tremendamente atractivo, “en contexto artístico es un lugar inspirador. Es de alguna manera tierra desnuda que puede constituir el punto de partida para varios y muy diversos procesos de investigación y creación. También el desierto me asusta al principio, siento que es un lugar no sé si inhóspito, pero sí donde el ser humano no debería habitar, como demasiado peligroso y en contra de las necesidades básicas del ser humano”.

Sin embargo, de a poco fue descubriendo y “enganchando de alguna manera, enamorándome, empezando a hacer también obras propias relacionadas con el desierto y construyendo mi propio vínculo, que hoy es muy, muy fuerte con ese paisaje. Es mucho más que paisaje, es algo mucho más profundo que solamente la imagen superficial de valor estético”.

PANORAMA CULTURAL

¿Ha cambiado el panorama cultural desde entonces, a su llegada, en la región?

Sí, creo que ha cambiado mucho, se ha diversificado el arte, sus expresiones, campos de creación, pero también hay falencias, sin lugar a dudas. De hecho, con una de las directoras de teatro de Antofagasta hemos conversado y coincidido absolutamente que, como nos hemos conocido hace 20 años y hemos comentado, hace falta infraestructura cultural. Lamentablemente, podemos decir que no hemos tenido ningún avance en esa materia, por no decir que hemos tenido retrocesos.

Dagmara es crítica en su análisis. La falencia en contextos de espacios- afirma -es absolutamente un tema continuo. “Es impresionante ver cómo, a pesar de eso, hay cada vez más personas que se dedican al arte en contextos de la región de y cómo eso se diversifica y se profesionaliza, ya que seguimos sin escuelas”.

Pero no sólo eso. Le abruma la falta de escuelas de Arte, Cine, Filosofía, Ciencias Sociales, Ciencias Políticas e Historia del Arte, entre otras. Las universidades -enfatiza -tienen una tremenda deuda frente a la comunidad, porque “no deberían funcionar bajo la lógica de la demanda (…) Las universidades en el norte y especialmente en Antofagasta parecen, por el desequilibrio de las carreras, institutos superiores al servicio de la gran industria y eso está muy, muy mal “.

Ello la motivó a remar contra la corriente, desde la “Escuela Sin Escuela”, donde explica que hacen formación de base en contextos de arte y cultura, “pero también política, sociedad, varias cosas que vamos a atravesando. No enseñamos oficio, más bien enseñamos creatividad, pensamiento crítico, sensibilidad, etc. Y eso, año tras año es cada vez más grande, somos más conocidos como bienal de las exposiciones, nos ha ido muy bien, viniendo por ejemplo 30 mil personas entre todas las exposiciones. Hace unos años, políticos locales me sugerían que me fuera a Santiago o mejor a Buenos Aires, porque aquí la gente embruteció con la minería y el consumismo”.

Y no ha sido así, por el contrario. “El público de Antofagasta lo amo, es público esponja, que quiere estimulación artística e intelectual y todo el tiempo la busca. Eso demuestra SACO, pero eso demuestran todos los eventos cíclicos que se realizan en la ciudad y nadie se queja de cantidad de público”, indica Wyskiel.

La directora explica que el paso de Semana de Arte Contemporáneo (SACO) a festival y finalmente a bienal lo marcó la duración y volumen de actividades y público. “Decidimos que SACO va a transformarse en bienal, para poder ir intercalando el año expositivo con el año no expositivo, que es igualmente de intenso”, señala.

En la próxima versión de SACO el concepto curatorial será “Golpe”. ¿Qué nos puede contar al respecto?

Vamos a examinar un momento muy simbólico, a 50 años de ese suceso tan, tan traumático que marcó un antes y un después en la historia de la sociedad chilena. No es una bienal sobre el golpe o la dictadura en Chile, es el punto de partida, tal como el año pasado era Aluvión (..) En ese sentido, con el texto de Golpe y con la temática del próximo año pasa algo parecido. Finalmente, el objetivo es invitar a los artistas a reflexionar sobre lo que nos pasa como especie con la violencia, que siempre también nos da la impresión después de una guerra o de una situación de terror que ya nos hemos sanado; que estamos vacunados. Lamentablemente, la violencia es un tipo de peste que renace y donde ninguna sociedad está libre.

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