Por: CATALINA BERRÍOS MALDONADO
Fotografía: CATALINA BERRÍOS MALDONADO

Tiene 31 años, pero un legado que traspasa dos generaciones en torno a lo que es hoy su oficio y su gran orgullo: ser una artesana alfarera. Su abuela la practicaba, pero no fue sino hasta que se asentó en pleno Desierto de Atacama, donde conoció más sobre esta técnica milenaria presente en distintas partes de Chile y Latinoamérica, que hoy fusiona con sus orígenes y aquellos detalles propios de la zona y le hacen tener un sello especial.
Romina González nació en Temuco, estudió Artes con mención en Historia en la Universidad de Chile, y se trasladó tras esto a vivir al norte del país, por lo que ella define “una fascinación por el paisaje”. Se inició en lo laboral en el Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama, y fue allí donde se acrecentó sus deseos de quedarse.

“Tuve un acercamiento a la historia del Alto Loa -dice-, sus tradiciones, costumbres, y lo más importante, a las personas, los habitantes de los pueblos. Desde ahí, fue una bola de nieve donde cada vez me fui acercando más al oficio de la alfarería”.

Esta también gestora cultural detalla que dentro de todo lo que disfruta de esta actividad día a día, es que “detrás de este oficio, hay un profundo amor a la tierra y un vínculo comunitario muy fuerte”, y ha podido perfeccionarse de la mano de grandes artesanos, a quienes nombra “sus grandes maestros”, como Feliciana Tito (San Pedro de Atacama), Dominga Neculman (Temuco), José Luis Yamunaque (Perú) y Esteban Valdivia (Argentina). “De ellos he aprendido el cariño a la tierra y el oficio, la humildad, perseverancia y enseñar sin trucos, desde la sencillez”.
Romina puntualiza que dentro de este proceso ha buscado otorgar un sello particular a cada una de sus creaciones, enfocándose en “la recuperación de formas y usos tradicionales, ya sean piezas cotidianas como los tiestos, platos o artículos ceremoniales como cántaros, tinkeros e instrumentos musicales”, muy propios del patrimonio del mundo andino.

Entre los acontecimientos que marcan su trayectoria, está “el haber conseguido estabilizar arcillas de la Segunda Región para piezas de fuego directo, como ollas. Este conocimiento estaba perdido y ahora se está volviendo a recuperar de mano de mujeres alfareras de San Francisco de Chiu Chiu”, logro que la hizo merecedora en 2020, del Sello de Artesanía que otorga el Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio.

Próximamente, liderará junto a otros artesanos y artesanas el Segundo Encuentro de Alfarería del Alto Loa, el que se llevará a cabo desde el 24 al 28 de enero de 2022, proyecto financiado por el Fondart Regional Convocatoria 2021.

También te puede gustar:

error: Content is protected !!