Por: Cristina Díaz Tapia
Fotografías: Cristina Díaz Tapia

En María Elena, a 69 kilómetros al este de Tocopilla, vive Hugo Aracena Cangana, un pampino de alma coleccionista que ha sabido orientar su pasión hacia el rescate de la cultura y la conservación del patrimonio histórico de las exoficinas salitreras, gracias al Museo del Juguete Pampino, una iniciativa auto gestionada que abre al mundo para que todos puedan conocer el lugar y revivir los juegos infantiles del pasado.


Bajo la consigna “Recordar es vivirlo”, Hugo, mejor conocido como el Geppetto de la Pampa, crea este espacio mágico que desde su inauguración (septiembre de 2018) despierta en sus visitantes un sentimiento de nostalgia y especial conexión con la infancia de todos quienes alguna vez utilizaron la imaginación para convertir cualquier objeto doméstico en un gran juguete.
Latas de sardinas convertidas en trenes, carritos de alambre, sables de sunchos, pelotas de calcetín son algunos de los juguetes que podrán encontrar en este lugar lleno de historia y recuerdos que datan de fines del siglo XIX y que han debido ser restaurados y/o recreados para poder exhibirse.

NOSTALGIA

¿Cómo nace la idea de crear un Museo del Juguete Pampino?
Mi pasión es el fútbol, entonces comencé haciendo las camisetas de los distintos equipos deportivos de las oficinas salitreras. Un día con unos amigos de infancia, nos acordamos de los juguetes que usábamos cuando vivíamos en la salitrera. Yo recreé algunos y los exhibí, ahí comenzó todo. Con el tiempo la gente empezó a pasarse el dato y comenzaron a traer objetos que encontraban en los alrededores de las salitreras y sus propios juguetes para que los mostrara.

¿Cómo se sustenta el museo? ¿Cuenta con financiamiento público?
Desafortunadamente, no, pues aún no contamos con personalidad jurídica. Sin embargo, SQM nos ha facilitado el inmueble (la casa) para poder instalarnos como museo.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo en el Museo?
Cuando estoy haciendo una réplica de un juguete, me pongo a jugar y puedo pasar horas con él. Pienso en la creatividad y todo el proceso ingenieril que aplicaron para poder desarrollarlo, es increíble. Me gusta ver también cómo fueron evolucionando los juguetes, la materialidad, mejorando la técnica y convirtiéndose cada vez en elementos más sofisticados.

Usted participó en el libro Artefactos de la Infancia Salitrera, ¿qué significó ser parte de esta investigación?
Bueno, me sentí muy bien, ya que ese libro permite dar a conocer cómo jugábamos en la pampa, algo que resulta muy interesante si lo comparamos con lo tecnologizados que están los niños ahora y que incluso, dado las nuevas formas de vida, ya ni juegan en las calles. Esa investigación fue súper importante, ya que permitió ver cómo se podían rescatar los vestigios de comunidades que habitaban en oficinas salitreras, a través de piezas y restos de juguetes que aún se encuentran en el suelo pampino.

¿Qué viene para el Museo del Juguete Pampino?
Me gustaría ampliarlo y mostrar el trabajo que llevo desarrollando en la fabricación de camisetas deportivas de las distintas oficinas salitreras, eso me gustaría concretarlo pronto y de esta forma seguir contribuyendo al rescate de la memoria histórica de los pampinos y nuestra identidad.

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